A ti querido lector, que seguro eres alguien que me conoce, me estima, y que no necesariamente sabe mucho de literatura, te pido una disculpa. Hace unos días regrese a los pasillos dónde para bien o para mal me alentaron a escribir, y me di cuenta que mis más recientes creaciones, antes de representar orgullo deberían darme lástima. Me he convertido en una seudo-escritora ya que me pongo a divagar mezclando un montón de palabras bonitas, aparentando poner énfasis en el contenido y no en la forma. Y ustedes mis no muchos y no muy exigentes lectores se merecen más, porque si somos honestos, no soy más que una mujer de 21 años que no tiene mucho que contar, todavía mi vida se ha llenado más de sueños que de experiencias, más de aventuras y torpezas, que desventuras, tropiezos y lecciones. Si yo tuviera experiencia o algo interesante que contar, no sería si no lo que vivo a través de los ojos de otros. Y con todo gusto lo haría, el caso es que hoy por hoy no conozco ninguna de esas historias tan afondo como para ser fiel no solo al contenido si no al sentido de la misma, y no soy una persona superdotada, erudita, sabia, filosófica que haya encontrado alguna verdad absoluta respecto a nada, así que lo que escribo más allá de ser interesante, tiene la única capacidad y cualidad de poder ser bonito. Me tomaré un breve espacio para recapitular en mis notas, darle forma a los escritos publicados, darle forma a los que no, y a los que aún no he escrito hacerlo con alguna estructura, muchas gracias de verdad, y me atrevo a decir Gracias Mamá, Gracias Abuela, que son las únicas que estoy cien por ciento seguras de que me leen.
Y gracias también a mi mentora, que me recordó que mi talento era realmente la estructura, y habría que explotarlo y dominarlo, ahora si que pulir el diamante antes de incursionar en la perfección de otro arte, probablemente ni cuenta se haya dado del "tip" tan grande que me dio.
Elena Iduñate Barrera