En ocasiones no sé si vale más ser espectador que protagonista…
No creo que sea simplemente una cuestión de dar un valor a un rol o a otro, la elección radica en la importancia que le quieras dar, creo; es hacer una valoración de lo que te va a hacer feliz a ti. O a mí como es el caso. Por alguna extraña razón y es que a mi me encanta encontrarle razones a lo extraño o lo extraño a las razones, éstos últimos días “It has all been about the dreams; yours, mine, everyone´s” y me ha encantado. Debo admitir que de repente me entra la nostalgia a recordar algunos sueños que he guardado en el buró, otros que dejé pasar de largo y opte por botar antes de que me botaran a mí, y la ilusión por los que se van tejiendo con el transcurso del tiempo y el andar de los años. No sé yo si ustedes sepan pero los años andan, caminan solos y van trazando pasos que en ocasiones nos cuesta rastrear. Dibujan el sendero que han de seguir los pies que a prisa han de alcanzarlos ya que de no ser así nos vendrían a dejar atrás el transcurso de los años. El problema de mis sueños es que son muchos, y sin embargo no es ese el mayor de los problemas; las distracciones, los desencuentros, y esa ya mentada zona de confort vienen a crear una cortina que ocasiones no me permite mirar detrás del telón.
Probablemente sea absurda la introducción en cuanto a los temas a tratar, pero de entre tantos sueños México es uno de ellos. Alto cabe hacer una aclaración ahora antes de que me sea muy tarde. Yo no soy: ni política, ni patriota, ni abnegada y ferviente revolucionaria. Soy una mujer (y que difícil decirme mujer a estas alturas y en semejantes circunstancias… esto es cuento mío no me tomen muy en serio) que nunca ha tenido grandes manifestaciones de heroísmo, civismo o amor. Simplemente desde mi muy egoísta existencia yo aspiro a un México mucho mejor. Sueño “amongst others” en un México en el que me guste estar, y sin embargo adoro estar en éste. Con crisis y sueños rotos.
Si, cambio de tema constantemente, y aún más en una entrada se debe a que llevo un rato que no leo y por lo tanto es más el tiempo que llevo sin escribir. Así que van meses que no logro sentarme a redactar una entrada sino que la voy armando con el paso de días, quizá hasta unos meses y a final de cuentas termino por no subirla. Y es que aún y cuando es mi espacio y es mi secreto a voces me temo que es tan incoherente que ni a mí me gustaría leer. Sin embargo a veces hace tanta falta sacar una que otra telaraña que voy tejiendo en la cabeza; que decido por dejar mis aspiraciones literarias de lado, junto a las pocas nociones que tengo de redacción para usar el teclado y la pantalla como sillón de psiquiatra y escupir cuanto viene a la mente aunque al parecer no tengan ni voz ni razón. Hay muchos temas que quiero abordar, porque como lo comenté líneas arriba últimamente los días van girando en torno a los sueños y yo tengo tantos que tuve que guardar algunos en el buró. Gracias a Dios mi buró no tiene puertas ni cajones de tal suerte que puedan salir corriendo y emprender vuelo en el momento en que se decidan a hacerlo. En fin, les hablaba de los sueños y del sueño de mi México, que como lo he dicho antes es uno de mis sueños pero no es mi sueño, ahora quiero hablar de los sueños de los demás y siento que en esta línea voy a divagar mucho y voy a terminar hablando de mi de todos y de nadie en específico. Antes de continuar de ante mano pido una disculpa a quien estando del otro lado de la pantalla pueda sentirse aludido por cualquier historia (ficticia o no) que haya de contar yo aquí y por la que se puedan sentir aludidos. Recuerden que lo que escribo no es sino un collage de historias que vivo y que por alguna extraña razón me llegan a tocar. No todo lo que cuento es lo que se vive de una situación sino que voy recortando y pegando trozos hasta que no sea una imagen de nadie pero que siga siendo un poco de todos. Lo malo de haberme desecho de mi pseudónimo es que a veces temo que quienes alguna vez me leyeron se puedan molestar por lo que lleguen a leer. De ante mano ofrezco una disculpa por si llegara cualquiera a sentirse aludido, no vayan a creer que les estoy exponiendo, lo único que hago en este espacio es exponer mis ideas y sentimientos a través de lo que en esta vida me ha tocado vivir o inventar.
Y es que desperté pensando en que hoy como otras tantas veces no logro recordar mis sueños, así que debo confesarles que si alguna vez llego a platicarles algo con el pretexto de que “lo he soñado antes” es quizá porque sepa algo y no encontraba la manera de abordar el tema. Les cuento entonces que dentro de mis sueños estaba un closet, un closet que de verdad es enorme y me parece es al que deberíamos temer más. Para mi lo peligroso no es mantener una identidad fuera o dentro del ropero o el armario, lo peligros es permitir que los sueños se queden ahí dentro, en una de esas llega la polilla y termina por desmantelarlos todos aún y antes de que empezaran a emprender el vuelo. Les hablaba del México que soñaba, pues no sólo sueño en México, sino que me limito a conformarme en ocasiones, con esperar que exista esa sociedad, esa familia, esa comunidad que se pueda sumar a México, en que la gente respetemos. Durante mucho tiempo traje de moda la palabra aceptar pero mi hermano me ha dado una lección que no creí que de él escucharía (por atender a mis aspiraciones literarias he de tomarme una que otra licencia literaria/poética, en cuanto a los hechos, los personajes, los diálogos; sólo tengan en cuenta que de alguna forma u otra esto más o menos si pasó). Como les decía en una ocasión empezamos a hablar de aceptación, decíamos mi mamá y yo que a la gente hay que aceptarla (no creo que estemos equivocadas) pero la sorpresa vino cuando de forma determinante nos dijo: Y a ella qué que la aceptes o no, tu no tienes que aceptar a nadie respétala y ya, nada más no te metas con ella. Debo mencionar que en ocasiones también el Gordo es medio buey, habla mucho pero dice nada. Es de esos que prefiere ponerse a hablar tarugadas antes que platicar si piensa en algo, o si algo le pasa. Dice ella que es como su hermano; mientras que a mí no me queda más que decir simplemente es mi hermano.
Para variar resulta que me he sentado a escribir de todo y nada, les comentaba de mis sueños. A veces me parecen tantos y tan lejanos que opto por guardarlos y ya no verlos. Lo malo de los sueños es que te persiguen a toda hora del día y por más que los quieras dejar pasar se siembran en uno de tal suerte que no te queda de otra más que cumplirlos o si te mueres que siga siendo en el intento. Tres días después buenas noches.