Compartiré con ustedes un poco de la historia mía, del surgimiento de este blog, y de está manía mía de escribir…
"No pienses mijita no pienses…" Mi mamá de broma suele repetir esa frase, honestamente no tengo cara para ofenderme… por alguna extraña razón toda mi vida he sido una persona que aparentemente piensa mucho y para acabarla de amolar, tengo una vena dramática que nomás no puedo con ella. Desde muy chica mi mamá me sentaba a leer, siempre ha considerado muy importante el hábito de la lectura y resulta que yo le agarré el gusto a eso de andar hojeando libritos y presenciar vidas ajenas. Cuando fui creciendo y conforme mi cabeza se iba llenando más y más de tonterías, me vi en la necesidad de darles salida de alguna forma… intente ir con un psicólogo pero en mi casa nunca han estado muy de acuerdo con recibir ese tipo de orientación por lo que opté por escribir. Escribía yo de todo: mis corajes, mis alegrías, mis sueños, un sinfín de cartas que nunca me atreví a enviar (muchas de ellas nunca tuvieron destinatario).
Siguiendo la tradición familiar de cargar con complejos y traumas que no son nuestros, nunca enseñé a nadie lo que yo escribía, la única que llegó a ver alguna vez mis textos fue mi mamá cuando recogía mi cuarto. Su reacción lógicamente fue la de pedirme que los tirara, que nos los guardara, consideraba peligroso que alguien pudiera leer mis pensamientos y sentimientos, ya que podrían manipularlos y ocasionarme algún daño. Probablemente en ese entonces a ella le hubiera encantado que yo dejara de escribir, pero como en otras ocasiones mi madre tuvo que ceder ante una hija tan diferente a ella, tan libre, tan irreverente, tan natural; y nunca me prohibió escribir. Pasaron los años y hasta hace poco sube que mi mamá guardo algún texto que encontró. En fin mi acción poética era mantenida en secreto por temor a burlas, y para evitar problemas. Hasta que una vez en clase de Literatura, tuve la oportunidad de leer lo que escribía. Incluso hoy no entendiendo como fue que me atreví a hacerlo, leí una carta que había redactado al niño que me gustaba. Expuse mis sentimientos ante un salón de compañeros adolescentes, y después de haber leído la primera palabra ya estaba yo en una situación de peligro, vulnerable al rechazo, y al hostigamiento (propio de cualquier adolescente). Mientras leía yo lloraba, todavía hoy no logro entender si lloraba de miedo y angustia al darme cuenta de cuanto esta dejando ver, o al recodar que esa carta era dirigida a un niño que muy a penas notaba mi existencia y que no estaba interesado en mí. Al terminar de leer la carta mi rostro estaba empapado, y fue tal mi sorpresa al ver que de los ojos de mi auditorio escapaban alguna que otra lágrima acompañada de un aplauso. Un aplauso cuya intención no era vanagloriarme ni felicitarme, sino agradecer la confidencia que ante toda la clase había hecho.
Mi actividad y presentaciones literarias durante ese año, se limitaron a uno que otra poema que confiaría a una amiga, y a la redacción de poemas y ensayos que vendería a diez o veinte pesos para comprar comida en la cafetería del colegio. Mi último año de Prepa, entré a una clase que tenía la distinción de ser de posición avanzada. En el curso tenía programada una extensa lectura de los clásicos de la literatura hispanoamericana acompañadas del análisis de las mismas. Sin embargo, al ser sólo cuatro los que entramos a esa clase, pudimos darle a la materia el rumbo que quisimos y le dimos un toque de taller de redacción que a mi me fascinó. El trabajo final de la materia era hacer una antología de todos los textos que hubiéramos escrito. Yo siempre había querido escribir un libro (hasta la fecha quiero hacerlo) y esta ocasión era la oportunidad perfecta. Desde aquella presentación que tuve en mi salón de literatura guarde gran parte de los poemas, cartas y ensayos que escribía. Algunos estaban escritos en hojas de cuaderno, libretas, servilletas, mensajes de texto cuando mi mamá forzosamente me apagaba la luz de la recamara, y uno que otro recibo de alguna tienda. El registro de toda mi experiencia como "escritor" estaba debidamente almacenado y resguardado en una caja, en mi tesoro. La caja es una pequeña caja de un tamaño similar al de una caja de zapatos, forrada de una tela morada, muy simple y sencilla; cualidades que la hacían aún más bella. Resguardaba en secreto el tesoro de mis pensamientos. Como siempre, unas horas antes de llegar el día de la entrega me dispuse a pasar todos mis textos a la computadora… ¡oh sorpresa! Teniendo cerca de 70 poemas, había menos de la mitad en esa caja. Una semana antes mi mamá había ordenado a la señora que ayuda en mi casa que hiciera una limpia de mi cuarto y sacara toda la basura. Mi mamá desconocía que en esa caja estaban guardados mis tesoros, la muchacha abrió la caja vio papeles y tiró a la basura las servilletas, recibos, y otros papeles que parecían cosas sin importancia. De un libro que desde hace mucho he tenido en la mente, y cuyo título sería "Mariguanadas de una mente ordinaria" en honor a la forma en que mi cerebro da vueltas una y otra vez a una misma idea encontrando siempre nuevas connotaciones un tanto filosóficas recibió el triste nombre de… "Lo que Librada no tiró"
La calificación que obtuve fue de 7, el número justo de puntos que eran el mínimo requerido para poder acreditar la materia.
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